Rueda de prensa de Etxerat ese miércoles en el hotel San Sebastian de Donostia

 

Etxerat

 

ETXERAT. Sólo habían pasado tres días desde que PP y PSE en el Parlamento Vasco, y UPN, PSN y Libertad Ya en el Ayuntamiento de Iruñea, defendieran el mantenimiento de la política de dispersión, cuando las consecuencias de esta política de excepción golpeaban una vez más a los familiares y allegados de presas y presos políticos vascos. Dos familiares de Oihana Agirre, encarcelada en la prisión de Brieva, a 470 Km de su domicilio, sufrían un accidente de tráfico al regresar de la visita. Después de más de 11 horas y casi 1000 km de viaje, en las cercanías de Kanpezu, un jabalí que se cruzó en su carril obligó al conductor a frenar repentinamente, haciendo que la furgoneta que tenían detrás, chocara contra el coche en el que viajaban.

Este es el cuarto accidente en este año y siete ya, los familiares y allegados accidentados. En esta ocasión, no ha habido que lamentar daños mayores que las contusiones y dolores producidos por el golpe. Pero que nadie se llame a engaño: que las consecuencias no sean más graves, o que sean las peores, sólo es una cuestión de suerte, y a correr esta “suerte” nos obligan, semanalmente, los gobiernos de los estados español y francés. Esta “suerte” se ha saldado, a lo largo de 27 años de dispersión, con cientos de accidentes, cientos de personas afectadas, decenas de hospitalizadas; personas en coma, heridos graves, secuelas de por vida y16 víctimas mortales... No es el jabalí que se nos cruza en la carretera, ni el coche que invade nuestro carril, ni la placa de hielo lo que nos hiere o nos mata: es la dispersión, es la voluntad de los defensores de la política de dispersión, de mantenerla activa. Y cada accidente, cada persona herida, cada persona damnificada de una o de otra manera; cada una de las 16 víctimas mortales, es su responsabilidad.

Decíamos al principio que la semana pasada, hemos asistido en dos instituciones diferentes, a la defensa, por parte de los grupos que hemos mencionado, no sólo de la política de dispersión, sino de sus consecuencias. Hemos visto que las conocían, que las calculaban y que las asumían. Que el coste de nuestro sufrimiento, de nuestras vidas, está dentro de sus presupuestos.

Nos han llamado verdugos, nos han recriminado por no pedir perdón, nos han hablado de Ortega Lara, de las víctimas de ETA (pero sólo de las de ETA), y nos han dicho, abiertamente, para qué y por qué estamos siendo utilizados. No es la primera vez. Hemos llegado aquí con casi 30 años de dejación por parte de unas instituciones que han mostrado su apoyo y respaldo a una política que no tiene otros frutos que ofrecer que nuestro sufrimiento. Hemos llegado aquí criminalizados por denunciarla, acusados y acosados. No es la primera vez, y ya sabemos que no será la última.

A estas alturas de la dispersión, cuando todas las razones y todos los argumentos que se utilizaron para activarla han caído por su propio peso, el chantaje y la venganza se muestran abiertamente como su único objetivo. Es obligación de las fuerzas políticas poner fin a una situación cuya justificación, sería, para cualquier estado de derecho, inasumible. Por eso tenemos que preguntarle al lehendakari Urkullu, cuánto más de nuestro sufrimiento,, tiene pensado asumir. Tenemos que preguntarle al PNV, corresponsable de la activación de la política de dispersión, qué cuota de ese sufrimiento nos ha asignado ahora, para rechazar en Bizkaia la misma moción contra la dispersión que ha sido aprobada en Araba y Gipuzkoa.